viernes, 30 de enero de 2009

DISCURSO


DISCURSO DE AGRADECIMIENTO EN IBERCAJA DE ZARAGOZA POR LA CONCESIÓN DEL PRIMER PREMIO DE NARRATIVA EN VIII CERTAMEN LITERARIO DE RELATO Y POESÍA (Mayo 2005)


            Sr. Director de Centro Cultural y Social de Ibercaja, Sres. del Jurado, Señoras y Señores, amigos todos.
      Es un honor para mí, dirigirme hoy a todos Vds. a instancias de la Obra Social y Cultural de Ibercaja. Consciente de que hablo en representación no sólo de los ganadores del pasado Certamen, sino también de los finalistas y, por ende, de todos los participantes, no puedo caer en la tentación de considerar exclusivamente mías estas palabras y reflexiones.

      Hace justamente un año, nos reunimos en este mismo lugar, no tan sólo para entregar unos premios de poesía y narrativa, que también si hizo, sino más bien, como colofón a las DECIMOSÉPTIMAS JORNADAS SOBRE PERSONAS MAYORES auspiciadas por esta Obra Social.
       No puedo olvidar que en este mismo salón, junto a unos premiados y a unos finalistas del VIII Certamen Literario Nacional de Relato y Poesía, estuvieron también un número de participantes, cuyos esfuerzos sin duda alguna, no fueron menos merecedores que los primeros. Y es a este esfuerzo de todos, al que desde aquí quiero rendir tributo para compensar no sólo el trabajo, sino también el entusiasmo y, sobre todo, la ilusión.
      Y es a ellos, a los participantes; también, a todos los asistentes a este acto y a los que de alguna manera comparten el entusiasmo de todos nosotros, es decir escribir, a los que quiero dirigir estas palabras.


       Sin duda, en nuestro interior, más en una vez, habrá brotado una idea que hemos querido llevar al papel, pero no hemos conseguido encauzar la oportuna trama.
      También tendremos que reconocer que, al igual que los que por profesionales de las letras se tienen, nos habremos encontrado ante el bloqueo de la página en blanco. En repetidas ocasiones nos enfrentamos con unos personajes que se empeñan en aparentar ser de cartón piedra y habremos prestado atención para que el punto de vista no nos cambie sin darnos cuenta en el transcurso del relato.
       Supongo que a cuantos os hayáis decidido por la narrativa larga, os habrá pasado como a mí. Muchas veces, cuando la narración se ha extendido, nos hemos metido tanto dentro de los personajes que no hemos estado seguros de querer finalizar. Y es que al acabar una historia secundaria, y regresar a la principal, nos ha parecido como si nos encontrásemos de nuevo entre amigos. Y llegados a este punto, no estábamos muy seguros que va a suceder con ese círculo de amigos, el día en que, indiscutiblemente, tras llegar el clímax de la obra, tengamos que poner la palabra fin. 

      En cierta ocasión, un crítico me dijo que si eso sucedía es que se habían trabajado bien los personajes. Yo he de confesar por mi parte que al finalizar un trabajo, la única forma de salir de esta especie de depresión “post parto”, es iniciar rápidamente otro. Es algo que os lo recomiendo. Creo que no habré sido la única persona, de cuantos soñamos llevar al papel una historia, al que le haya sucedido esto.
      Luego, tras unas semanas de dejar reposar el trabajo, nos enfrentamos nuevamente a él. Ahora, hemos de reconocer que sobran unos cuantos folios y, a veces, hasta todo un capítulo; tenemos que eliminarlo «¡Con lo bien que me había quedado!», decimos. Os ha sucedido a todos, ¿verdad? Pero, comprobamos que nada aporta a la historia, y no queda más remedio que deshacernos de él.

      Y que me decís cuando nos falla la estructura. Cuando perdemos de vista el eje principal o damos demasiada importancia a los personajes secundarios. Nueva lectura; nueva versión. Ciertos nudos narrativos básicos se deben sostenerse más. ¡Cuidado! Si prolongo demasiado el final, puede producirse un anticlímax. En realidad, ¡toda una odisea!

      Cuando, logramos terminar la historia, con cierta timidez, la presentamos a nuestros amigos íntimos, y les solicitamos nos pasen sus desinteresados comentarios. «Muy buena –nos dicen–, aunque yo pondría…». Recogemos sus opiniones, y nos encontramos ante el dilema de tener que hacerles caso o no. Por lo general, los amigos siempre son muy benévolos. Por supuesto, hay un pequeño grupo de sus opiniones a las que decimos: «¡Ni hablar; no tienen razón!». Luego, habrá otro pequeño grupo al que diremos: «Sí; está bien como lo dicen, pero como yo soy el que escribe la historia, pues se queda así». Y por último, habrá otro gran grupo al que, queramos o no, tendremos que rendirnos a la evidencia, y reconocer que tienen razón, porque 8 ojos siempre han visto más que dos. 

      No voy a seguir con la retahíla de dificultados con las que todos los que pretendemos escribir nos hemos encontrado. Por eso, he de confesaros que nunca me he encontrado más perplejo que cuando alguien, después de leerte, te dice tan convencido:
–Porque, esto de la narrativa, ¿es fácil no?

      Por fin, tras días, semanas o quizás meses, logramos levantar en alto un legajo de folios más o menos abultado, y decimos: ¡Ya está! Luego comprobamos que no, que no está, y que éste es el único parto que conocemos que tras dar a luz a la criatura, no se han acabado los dolores. Ahora, hemos de enfrentarnos a ese duro peregrinaje de editor en editor, en espera de que nos acepten nuestro trabajo.

      Y una vez tras otra, hemos de ir recibiendo repetida cartas, cuyos textos clonados deben de estar ya escritos de antemano, en la que se nos reconoce nuestra labor, pero… o no es el momento oportuno, o no está en su línea de edición o tienen, por el momento, cubierto su cupo editorial. Cuando en realidad, lo que quieren decir es: “Lo sentimos mucho, pero estimamos que su nombre no nos va a proporcionar unos beneficios económicos que merezcan la pena arriesgarnos”.

      Afortunadamente, todavía quedan Instituciones, Organismos Asociaciones o Entidades, entre las que podemos contar a Ibercaja, en cuyo foro nos encontramos, dispuestas a romper una lanza en favor de aquellos que no tuvimos la suerte de poder coger el tren de la popularidad. De aquellos que en su momento, dimos todo: tiempo, atenciones y trabajo a los nuestros, y sólo cuando se relajaron nuestras obligaciones, a lo que considerábamos era lo primordial para nosotros, nos permitimos el placer de poder dar rienda suelta a nuestras aficiones, y poder plasmar en unos cuantos folios, todos nuestros sentimientos.
       Es pues deber de bien nacido, agradecer a Ibercaja, en nombre no sólo de los premiados, sino de todos los participantes, su atención hacia nosotros, por la oportunidad que tenemos de que se nos lea y, con o menos benevolencia, tener el aplauso de todos Vds.

      En mayo de 1985, el diario Libération de París publicaba una encuesta recopilando lo que más de 400 escritores, de 80 países y en 28 lenguas, pensaban de porqué escribían. 
       Hoy, algunas de sus respuestas nos darían que pensar o al menos nos harían sonreír:
      Las había filosóficas: José Donoso, por ejemplo, decía: “Escribo para saber por qué escribo”;o el paraguayo Roa Bastos: “Escribo para evitar que el miedo de la muerte se agregue al miedo de la vida”.
      Y había también respuestas pesimistas.
Álvaro Mutis, por ejemplo: “Escribo por asco del mundo y de mi mismo”Samuel Beckett: “Escribo porque sólo sirvo para esto”
o el irónico Milán Kundera: “Escribo por el placer de contradecir”

      En cierta ocasión, Osvaldo Soriano decía a sus contertulios argentinos: “Escribo para combatir la soledad”. Quizás esta última contestación estaría más en línea con María Zambrano que en 1933 en la Revista de Occidente, y que luego incluyó en su escrito "Hacia un saber sobre el alma", decía: “Escribir es defender la soledad en que se está. Es una acción que sólo brota desde el aislamiento efectivo”.Mas tarde, algunos prosaicos, como Graham Green, declaraban: “Escribo por necesidad”, o William Faulkner: “Escribo para ganarme la vida”. 

      Quizás, estos autores sí podían escribir para ganarse la vida, pero en cierta ocasión, un escritor de renombre acababa de publicar su último libro y, con más o menos acierto, me decía en un “petit comité”: “Hoy de la literatura pocos viven, por lo que, a fin de cuentas, sólo publicamos para que se nos recuerde”.
      Aquello me trajo a la memoria que García Márquez también debía de pensar lo mismo cuando comentaba: “Escribo para que mis amigos me quieran y me recuerden”

      Pues bien, no se hasta que punto todas estas aseveraciones pueden ser exactas, pero también todos nosotros deberíamos, sobre todo al llegar a la madurez, hacer que se nos recordase. Y si determinados intereses económicos de algunos editores impiden que se nos publique, hagamos nuestra pequeña autoedición para regalar a nuestros amigos, seguros de que los que por amigos se tengan, esos si conservaran un ejemplar en su biblioteca, y en alguna ocasión, en el devenir de los años, lo tomaran, volverán a leerlo y a recordarnos.
Y nosotros, ahora ya, jubilosos, porque sabemos de antemano, que sólo en el recuerdo, se vive eternamente.

      Nada más y muchas gracias. 




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