jueves, 16 de abril de 2009








   Da pena ver collares y anillos de oro colgados al cuello y dedos de la imagenes de la Virgen, mientras hay personas que se mueren de hambre.

Juan Pablo I.




Dios no necesita cálices de oro, sino almas de oro. Comenzad a dar de comer a los hambrientos, y con lo que sobre decorad el altar.

Juan Pablo II, en Canadà el 14 de Septiembre de 1984



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